Me fascinan las mierdas que lleva la gente en el coche o, mejor dicho, las mierdas que llevaba la gente en el coche.
Ahora se ha perdido un poco la costumbre de decorar el interior del vehículo como una salita de estar de una vivienda familiar de barrio popular. En la época dorada del interiorismo automovilístico destacaban algunas maravillas (algunas de las cuales perduran y otras se han perdido irremediablemente en la noche de los tiempos, igual que la virginidad de Ana Bolena y Ana Obregón). Deberíamos distinguir en varios grandes grupos de mierdas. Pasemos a la categorización sin más preámbulos ni circunloquios.
Cosas textiles que no llevar en el coche
Las fundas de los asientos, ese añadido tan estiloso. Las míticas son las de bolitas de madera, esas que hicieron las delicias de las nalgas y riñones de los taxistas durante casi una década. También encontramos otros hacks como las camisetas del Discobar Malizzia de la Playa de San Juan o de los quintos del 89 de Carrión de lo Condes, que además de mitigar el calor que absorbe la tapicería le daban un toque de cosmopolitismo al coche. También se puso de moda el llevar los chalecos reflectantes colocados en el respaldo, como diciendo a la guardia civil: “a mí no me jodas, que estoy en regla”.
Las fundas de volante eran otra maravilla. Estaban las que parecían de papel de plata y que se colocaban al aparcar el coche, y luego estaban las otras, las premium, las que denotaban estatus social. Las fundas de plástico imitación cuero y madera, era ponerlas y tu Seat Ibiza parecía un Mercedes.
Otros textiles clásicos son las mantitas de cuadros rojos y negros con el borde deshilachado y los dos sombreros de paja con una cinta azul o roja con publicidad de Ron Negrita en la bandeja del maletero.
Cosas incrustadas o tuneos de medio pelo
El colmo del buen gusto, la diferenciación y la personalización. Los pomos de palanca de cambio, y no me refiero a esos de aluminio en plan “competi”, me refiero a calaveras, bolas de billar (siempre la 8) o los mejores: los translucidos con cositas dentro.
Por supuesto, las virgenes (yo conduzco, ella me guía), San Cristóbales y marcos de fotos de carnet con las caras de los niños mellados y la señora de hueso ancho (preferiblemente con el leitmotiv por excelencia, el que rezaba: no corras Papá).
Otro clásico era sustituir el retrovisor de serie por uno del tamaño de una tabla de surf, que servía para ver y ser visto en los mejores merenderos de toda la comunidad autónoma.
Muñecos
Hubo una época ya lejana en la que en todas las ventanillas de todos los Ford Fiestas, AX, Ibizas, Clios y hasta Astras, podíamos encontrar un gato tipo Garfield pegado con cuatro ventosas. Esto se generalizó tanto que llegó a surgir un movimiento contracultural en el que destacaba un perro sonriente al que le colgaba de la comisura la cola naranja del odioso felino.
A mí me regalaron un muñeco equipado con un ingenioso mecanismo consistente en una pera de plástico que bombeaba aire a través de una manguera plástica, a resultas de este bombeo se activaban unos muelles que hacían que se bajase el pantalón haciendo un calvo. Lo usé una vez y casi me hostio.
Esta puede ser la más vigente de todas. Pitufos, Pokemons (o acaso Pokemones) Minionsny cualquier otra criatura muñecable pueblan las bandejas, asientos traseros, guanteras, retrovisores y demás rincones de nuestro parque móvil.
Elementos de seguridad
Existían varios, pero especialmente recordados son las barras de acero que de enganchaban del volante al pedal, las barras de acero que bloqueaban el volante y las barras de acero que fijaban la palanca de cambio y el freno de mano.
No había dios que las pusiera más de una vez, eran un coñazo. Pero si la llevabas debajo del asiento te sentías más seguro, así que su función la cumplían.
Mierdas exteriores
La crème de la crème eran los alerones o spoilers (se llaman así porque te dicen mucho del conductor antes de verlo), los faros “tipo Lexus” que eran transparentes y hacían que un Seat León fuera igualito a un coche japonés de gama alta (por lo cojones) y los tubos de escape cromados.
Más allá del tuning y los neones que tampoco se ven tanto, hay algunas cositas geniales en forma de pegatina: la de “Bebé a bordo” para que evites chocar con un padre de familia y elijas a un soltero, las banderitas de rally con los nombres de Lolo y Cuqui, la del toro de Osborne, el Burro, la bandera de Asturias, el pendón de Castilla, la bellota de Extremadura, la cara de Penelope, la señal de stop en la derecha y la flecha en la izquierda del culo, el “un poquito de por favor”, la pegatina del concesionario, el pez raro ese de los evangelistas, escudos de fútbol, indálos y el atemporal “si lees esto estás demasiado cerca”
Muchas de estas pegatinas tienen versión cromada, así como en relieve. Dentro del cromo está otro truquito para convertir tu coche cutre en una berlina alemana de alta gama: las tiras para los marcos de las ventanas. Una recomendación sobre esto, recordad que nunca hay demasiadas tiras de plástico imitación comado.
Seguro que me dejo cosas que no llevar en el coche, como por ejemplo las cajitas de pañuelos de papel con forma de sofá, o los parasoles con ilustraciones de Vizcarra el del Jueves, pero es que esto sería un no parar y en algún sitio había que cortar.
Me parto jajajaja me ha gustado lo de los kintos de carrión de los condes ya que soy de la zona! jiji. Saludos.
Lo de Carrión de los Condes salió solo, alguna conexión debo tener en lo más profundo de mi psique.