Hay demasiadas cosas ridiculas en la calle

Pisamos la calle, vamos al trabajo o a afilar unas tenazas (me lo invento) y no podemos evitar encontrarnos con cosas ridículas. Pero no cosas ridículas como el nombre “Fernandisco”, qué va. Cosas tan ridículas que ofenden, o por lo menos a mí me ofenden y como yo soy el que paga el dominio y el hosting digo lo que me da la gana, y mientras vivas bajo este techo leeras lo que yo diga, que esto no es una pensión a la que venir a dormir y comer.

Retomando el tema de las cosas ridiculas y sin pisarme lo fregado, diremos que en la calle convivimos las personas de bien con una suerte de seres humanos bastante discutible que compran cosas acojonantes y hacen tonterías fabulosas. Vamos con el top:

1. Las bicicletas plegables 

Esto es lo que más me subleva, esas bicis con unas ruedas pequeñísimas y el asiento a una altura normal, son como bicicletas de enano pero forzadas. En realidad, en esos ciclos esperarías encontrar un oso con un puto fez haciendo malabares con unos bolos, pero no. En su lugar va un gachó que te mira como diciendo: “esperabas un oso ¿eh? Pues mira lo guay que soy” a lo que yo respondo mentalmente (o no): “¡Quita, coño!”

Reconozco que tengo un odio cerval a las bicicletas, pero eso lo cuento en otro post.

2. la mayoría de las gorras 

Yo uso gorra con cierta regularidad, pero una gorra de lana y cuadros. La uso para cubrirme la cabeza y no andar exponiendo el cuero cabelludo a la intemperie y las goteras, que para los calvos son la constatación de que Dios nos odia.

Hecha esta pertinente aclaración, diré que las gorras pueden ser ridículas por:

• a) Su colocación: las gorras que se dejan caer sobre la cabeza, en las que se mete lo mínimo posible y van casi en equilibrio: la ridiculez padre. Parece que el objetivo es precisamente ese: llevar la pinta de mamarracho más conseguida.
• b) Su orientación: las visera sólo puede ir hacia delante. Coño, no es tan difícil. Entiendo que un cajero automático o Pablo Motos tengan problemas con ese extemo, pero un ser humano con un cociente intelectual medio no debería encontrar mayor dificultad a pesar de tener 360º de opciones.
• c) La etiqueta y pegatinas varias: a ver, cojones: la etiqueta se quita, el que no sepa eso supongo que llevará también los calcetines con el plástico ese que los une ¿no?. Pues si no lo hace no es coherente y estamos eximidos de culpa por el código penal si les damos una colleja.

3. Los auriculares gigantescos

Esta moda está pasando un poco y no la echaremos de menos igual que no echamos de menos el flato, pero no se ha extinguido del todo. Los ves en el Metro o directamente por las aceras, llevan un Iphone enchufado a unos cascos de colores llamativos y con la marca tamaño batseñal.

Los usuarios de estos cascos enormes se dividen en dos: los tontos y los tontos de baba. Los tontos se caracterizan por tener la mirada perdida, los tontos de baba son los que no llevan ni música, sólo se ponen los auriculares para parecer más interesantes.

4. Las uñas decoradas

Partamos de la base que las uñas pintadas son una cosa ridícula de por sí. Tatuajes a parte es la única parte del cuerpo que se decora con pintura y ahí veo cierta aleatoriedad ¿por qué las uñas se pintan y los dientes no?

Pero la Champions de la ridiculez ungular son las uñas decoradas con piedrecitas, brillantitos y demás “itos” que forman graciosos dibujitos de gatitos, florecitas y otras mierdecitas. Siempre que veo a una joven luciendo sus diseños pienso que esa persona debería haber nacido pez o serpiente o algo sin extremidades con estructuras anexas a la piel en las regiones distales.

5. Las fundas de teléfono

La gente busca formas de expresarse, de proyectar al exterior lo que llevan dentro. Al final tu ropa y complementos son una expresión pasiva de la personalidad, las inquietudes, ideales y anhelos que laten bajo tu piel. Por eso decides comprar una funda para el teléfono con orejas de conejito (vete a cagar, anda)