Yo lo digo así, no me corto un pelo. Me gustan los bares y no solo porque sean el lugar en el que vive la cerveza, es que también es el sitio en el que viven los camareros, que son la piedra angular de la civilización occidental.
Los establecimientos en los que se despacha alcohol dan, en sí mismos, para un blog completo, pero utilizaré este post a modo introductorio y luego ya veremos, que tampoco tiene uno tanto tiempo para andar haciendo blogs como si no costase.
Como en casi todas las cosas existen categorías y los bares no son la excepción, la excepción es un grupo de rap bastante pesadito. Esta categorización que voy a hacer se basa en la escala Mayer-Gutiérrez cuyo manifiesto fundamental se conserva en el Museo de Pesas y Medidas de París, lugar al que llegó camuflado como una baguette durante los años más oscuros del regimen anterior (la dieta Dukan)
Pasemos al análisis sin más preámbulo, sin más circunloquio, sin más cera que la que arde, sin Mascarpone.
Pan, vino y postre
Tienen el discreto encanto de la freidora, son los lugares a los que peregrinar a primera hora a tomar café con leche y pincho de tortilla (una mezcla que no acabo de comprender) y luego ya a comer.
Una cosa que se hace siempre es darle el parte del tiempo al camarero: “puff, hace frío/calor hoy”. Voy a aprovechar para derribar un mito: los camareros no siempre están ahí, ellos se han levantado antes que tú y han venido por la calle, saben el puto tiempo que hace (además de para desmitificar, he aprovechado para expeler un gas que he camuflado con una tos falsa)
En los bares de pan vino y postre hay un elemento que ha causado más conflictos que las lindes de las fincas. Esta caja de Pandora es la prensa de la casa. Quien más quien menos se ha sentido con la potestad de exigir a un señor con pinta de funcionario que no acapare el Marca mientras lee La Razón, esto de por sí es muy tenso, pero cuando el funcionario contesta: “perdone, este periódico es mío. Mire la factura” pues uno se siente más avergonzado que si se hubiera abierto la puerta del aseo mientras se está en la ducha cantando por El Puma. A veces la cosa queda ahí, pero hay un giro mucho más jodido para nuestro vapuleado ego, cuando el trabajador del ministerio nos dice: “es mío, pero léelo… léelo” que en realidad es como decir: “¡Venga, muerto de hambre, aprovéchate de mí que no tengo ni pagas extras. Búscate un trabajo, maleante!”
El fuerte de estos locales es el menú del día, que está escrito en una pizarra y se entiende regular. Por lo general podemos dividir la comida en la que se puede escribir (escalope, sopa, fruta del día) y la que no (croquetas, vichyssoise y croissant)
Por lo general en estos sitios se come bien y se puede asistir al número de los camareros que no se queman con platos que, para el simple oficinista con sus tiernos dedos exigidos mínimamente por la ofimática, representan un reto térmico de dimensiones faquirísticas.
En estos bares también hay manteles de cuadritos rojos y blancos de un papel más fino que cagar con el meñique extendido, son de un material en el que si se apoya una caña durante más de 15 segundos se hace un agujero de barrillo fruto de la condensación. Esto hace que aquello acabe en peor estado que las letrinas de un acuartelamiento visigótico.
Bares de viejos
Estos locales son característicos, son establecimientos con su tele JVC con el tubo jodido, el decodificador de Canal Plus emitiendo los toros sin sonido (con un símbolo de mute de color verde desproporcionadamente grande) y cadena Dial o Radio Olé a todo lo que da un radiocasete con más mierda que el palo de un churrero. También encuentras carteles de San Isidro, un botijo con el escudo del “Madri”, botellas de licores que no se fabrican desde La Transición, calendarios picantones y ceniceros de Cinzano.
Lo mejor de un bar de viejos es la parroquia, podemos encontrar:
- Cuatro señores que juegan al Mus o al dominó
- Un abuelete que siempre tiene la máquina tragaperras caliente (hasta que llega el chino de turno y le hace una piragua de cojones)
- El camarero con bigote y tres papadas que siente una atracción malsana por la televisión. Podría parecer que piensa que si mira muy fijamente a Mariló Montero acabará por caer.
De un tiempo a esta parte esos bares están sufriendo una plaga de “modernos” con barba y pantalones raquíticos que van ahí en plan undeground, por hacer la gracieta. Lo que no saben es que la caña que pagan 1,20€ y la ración de oreja a 4€ han subido su cotización un 35% desde que empezó la modita esta. El camarero de las tres papadas está contento, los cuatro señores de las cartas y el dominó disfrutan de compañía femenina con gafas de pasta, y el chino se descojona viendo a esta panda de primos que no saben diferenciar una runa celta de un doblón de los que activan el bombo giratorio que tira una bolita del tamaño de un perdigón por un laberinto de plástico que cae en la boca del dragón que activa el juego vertical de los gnomos.
El único que sigue jodido es el de la tragaperras, que no toca pelo ahí le maten.
Antros
Bares oscuros en los que se bebe la cerveza de la botella y las copas saben a benceno destilado en una bañera ocupada. Esta es una característica estándar, pero dentro de la categoría “Antros” caben más subcategorías que en la categoría “pokemon”.
Hay antros de rock que son de mis favoritos, igual te ponen a AC/DC que a Kiss y en las paredes tienen carteles de conciertos tributo a Iron Maiden, baretos con cuartos de baño llenos de pegatinas de vaya usted a saber qué, locales en los que ponen flamenco a las cuatro de la mañana, otros antros en los que entras sólo cuando no hay nada más abierto y sabes que es mala idea porque ponen garrafón y a Enrique Iglesias acompañado de Pitbull (Teoría: Pitbull es el amigo que se liga a la fea, el que pone la casa para los cumpleaños de los demás y el que te presta el abono del fútbol. Por eso las celebrities le dejan salir con ellos)
Hay un auténtico universo de locales que encajan con la descripción de Antro, tanto que mejor me paro aquí y dejo pendiente un post específico sobre ellos, estoy suficientemente documentado para hacer una tesina y puede que una web (ahí tengo a mi amigo Diego preparándolo todo para hacerlo al alimón (sí, se escribe “al alimón” no “a la limón” ni mierdas similares))
También quiero escribir sobre bares pijos, quiero y no puedos, areas de servicio, peñas, parques de bolas, bares de aeropuerto, bicicletas con barril de cerveza, boites, discotecas, salas de fiestas, lupanares, bodegas, vagones restaurante, caterings, clubes de campo, piano bares, karaokes y cualquier otro sitio donde se despachen bebidas espirituosas. Pero si empiezo no acabo, es un poco tarde y me duele el coxis de la mala postura que he adoptado mientras escribía estas líneas.
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