Estoy viendo Air Buddy II, la he cogido empezada pero no os perdéis nada de nada.
De momento va de un Golden Retriever que era una antigua estrella del deporte, ahora ya retirado, vive con su señora (que es una vecina) en un suburbio de los que tienen viviendas unifamiliares, vallas blancas y son el contexto ideal para tener un hijo con una enfermedad rara y un drama de cojón de monigote, pero en este caso es una comedia,
Los señores Buddy tienen un huevo de cachorros que hablan en plan macarra de los 90. Dicen “colega”, “tronco” y llevan la gorra para atrás.
Un niño gordo quiere al perro mayor, la antigua estrella del deporte local, es un poco lo que fue Amavisca en Santader en su momento. Al hijo puta le han regalado un tigre, pero le parece poco, dice que ni flores y que el perro o monta un pifostio que no lo aguanta ni dios.
Los esbirros acaban de secuestrar a Air Budy padre y señora para llevárselo al niño gordo, aquí empieza el thriller.
Los cachorros noventeros han ido a por refuerzos, un perro viejo (literal). Se queja pero creo que va a acceder. A los cachorros de la gorra para atrás los quieren empaquetar, porque los perros son muy de la endogamia y te pueden llenar la casa de perritos más pequeños, son una suerte rara de matrioskas.
El malo, que a todos los efectos parece el padre de la criatura rolliza y malcriada, ha visto un negocio en los labradores y les quiere meter en un motel con música de Brian Ferry a ver si procrean. Pero se ha enterado de que parte del trabajo está hecho y ahora quiere los cachorros.
Los esbirros han vuelto a la calle con la intención de capturarlos, han coincidido en un autocine en el que las parejas van a meterse mano en el coche de su padre (cada uno del suyo, no del padre de los esbiros). Los cachorros la están liando en la tienda de gominolas, la música es de las de mucha risa, de esas de tari, tari tarararari… pero como es un poco de los noventa meten alguna guitarra eléctrica.
Los cachorros han dado esquinazo a los esbirros que han terminado metidos en una pelea con unos ángeles del infierno, mira por dónde.
Voy al baño que tengo pis.
El niño, a la sazón propietario de los cachorros, está más triste que un concierto de Kenny G y la madre le mete una chapa absurda sobre la fuerza del amor. No parece que el crío esté muy convencido.
Los perros pequeños han dormido a la intemperie soñando con galletas, uno de ellos hace yoga (estoy por dejarlo aquí)
Los esbirros se los vuelven a encontrar por tercera vez por casualidad. El guión empieza a resultar muy para verlo. Les persiguen con un hammer y se acaban de quedar sin gasolina (en serio, debería dejarlo ya)
El Sheriff y su perro sniffer (sí, sniffer) tienen más años que orinar contra una fachada y han errado el rastro con lo que han sido rociados por una mofeta.
Los malos han perseguido a los buddies hasta una granja y una cabra políglota los ha corrido a palos. Hay una cerda (literal) que habla en latín y les está camuflando entre su piara. Vuelve la música de tarari, tarari, tati
Los malos han pisado un rastrillo ¿cómo os quedáis? la síntesis de la comedia. Una tarta, sólo falta una tarta. Los perritos escapan con la ayuda de la cabra, la cabra, la madre que la parió, ha dejado a los malos encerrados en un corral.
definitvamente lo dejo, no sigo. Me ha superado
Leave A Comment