Todos lo hacemos en menor o mayor medida, tenemos rutinas que replicamos de forma constante e inconsciente. Está claro que hay niveles, por ejemplo un servidor se encuentra en un grado 7’8 en la escala Laundreau (siendo cero un mono alcohólico con gafas de bucear mal graduadas y diez una remachadora industrial alemana)
De entre todas estas cosas que hacemos por costumbre, las rutinas mañaneras son algunas de las más consistentes. Dormimos en el mismo lado de la cama, en la misma posición ponemos el despertador a la misma hora, lo dejamos sonar dos veces y nos levantamos, nos tomamos el café siempre de la misma marca y con la cantidad exacta de azúcar, nos duchamos, nos vestimos en el mismo orden, cogemos el DNI del pizzero que disolvimos la noche anterior en ácido y nos vamos a trabajar. Esta es la parte que más me gusta.
Siempre hacemos la misma ruta desde casa hasta el trabajo, pero distinguiremos entre los peatones, los usuarios del transporte público y los que se desplazan conduciendo su propio vehículo
Rutina mañanera del peaton
El camino siempre es el mismo, pero ya no en cuanto a calles (eso se da por descontado). Vamos por las mismas aceras, cruzamos por los mismos pasos de peatones e incluso andamos entre los mismos coches.
Esto da paso a encontrarse todos los días con las mismas personas. Yo cada mañana me cruzo con: la niña de 16 años con el pantalón más corto del mundo en la pernera y más alto en la cintura/sobaco, el padre de dos niños pelirrojos a los que he bautizado como Belzebú y Caín JR, una pija que va en bici con muchos problemas, el abuelo de las zapatillas deportivas naranjas, Hank Bukowski (es un tío clavadito) y un número indeterminado entre 10 y 100 rumanos con muletas.
Algunas veces me gusta alterar mi rutina pero muy poquito, me levanto 10 minutos antes y hago el mismo recorrido. Con eso consigo que la niña de 16 años, el padre de los criminales, la pija de la bici y el abuelo, se jodan pensando: “coño, ¿el calvo de las patillas va por aquí? Llego tarde, llego tarde” (a Bukowski y a los Rumanos se la pela bastante)
Rutina mañanera del usuario del transporte público
Es muy similar a la del peatón, la diferencia principal es que en verano te asas y en invierno te asas más.
El peatón guarda ciertas distancias con el resto de peatones, pero la relación que se genera entre los del transporte público es mucho más estrecha. Esto sucede por varias razones: por el contacto físico de las horas puntas (he oído hablar de embarazos no deseados), por la convivencia que supone esperar en el mismo anden de metro el tiempo suficiente para celebrar unas bodas de plata y por el odio ciego que despiertan los músicos ambulantes.
En serio, y aquí entra la rutina otra vez, un poco más de repertorio por favor. La versión andina del “toro enamorado de la luna” cansa un pelín, el “sólo le pido a dios tocada a borracho y guitarra desafinada” no te quiero contar y esa mujer que canta ópera (?) se merece un disparo en la rótula para que chille con razón. Importante: acordeón por la mañana, mal.
Rutina mañanera de los que conducen su propio vehículo
Siempre que pienso en los que conducen su propio vehículo me acuerdo de rey, que siempre que “conduce su propio vehículo” hace que la prensa lo comente como diciendo “¡Huaooooooo, qué tío!”. Pero eso no es ninguna proeza, cuando el rey “aparque su propio vehículo” en el centro de Madrid un sábado de lluvia, yo seré el primero en ponerme en pie y aplaudir.
A mi los motorizados me dan mucha pena, más que nada por los atascos que se comen toooodas las mañanas. Los ves escuchando la SER, mirando por el retrovisor como duermen los cabrones de los niños y pensando “algo estoy haciendo mal”
Leave A Comment